Obtener una victoria en NASCAR es el reto más complicado al que los pilotos se miden en este deporte. Entre los diversos factores se encuentran: su alta competencia, el duro formato de carrera, condiciones ajenas a la pista, entre otras variables que permiten asegurar el mayor entretenimiento hasta los últimos metros; puede decirse con seguridad que nunca hay 2 competencias similares.
Existen muchos recursos para llegar a la meta y, entre más creatividad desplieguen los equipos, más posibilidades tendrán de maquillar sus debilidades para aprovechar con ingenio y mucho talento sus fortalezas.
En un deporte tan intenso donde gran parte de los desenlaces se definen desde el garage, estas muestras de valentía y cálculo preciso marcaron diferencia para una serie de triunfos memorables, luego de que los casos enunciados a continuación aplicaron todos sus conocimientos matemáticos para predecir la duración del combustible en su tanque.
Así, con números críticos y sin espacio para equivocaciones, los pilotos decidieron ponerse a prueba hasta el límite, ganando carreras prácticamente imposibles al cruzar la línea de meta muchas veces con cero combustible que empujara sus vehículos.
Estas son las victorias más destacadas al respecto:
Austin Dillon lo hizo con el número más legendario
El 28 de mayo de 2017, Austin Dillon regaló una de las victorias más recordadas de NASCAR, todo ello con una buena dosis de dramatismo.
El piloto norteamericano participó en la mítica Coca-Cola 600 en el Charlotte Motor Speedway, nada más y nada menos que la carrera más larga del año, y uno de los eventos más importantes del deporte motor a celebrarse el mismo día que Indianápolis 500 y el Gran Premio de Mónaco.
Con entonces 27 años, Dillon lidiaba con la presión de no haber conseguido una victoria a lo largo de su trayectoria a pesar del legado familiar, pues es nieto del famoso Richard Childress, 6 veces campeón de la Copa NASCAR.
Su abuelo es conocido también por ser dueño del equipo Richard Childress Racing, donde corrió el mítico Dale Earnhardt, considerado como el mejor piloto de la historia en esta competencia, y quien a bordo de su Chevrolet número 3 conquistó 6 campeonatos para dicho equipo.
Trístemente, The Intimidator perdió la vida a principios de milenio debido a un trágico accidente en la última vuelta del 500 Millas de Daytona, por lo que nadie se había atrevido a usar el número, hasta que Dillon lo resucitó con el permiso de su abuelo.
Aquel día la competencia fue feroz contra Martin Truex Jr, quien lideró 233 vueltas con autoridad, hasta que entró la parte final de la competencia y con ello la estrategia ganó mucho peso.
67 vueltas faltaban para el desenlace, momento en el que los pilotos comenzaron a parar en pits a repostar, pero Dillon sorprendió a todos con una jugada arriesgada: la de no parar en absoluto y pelear el todo por el todo con lo que le quedara en el tanque.
Faltaba demasiado para cantar victoria, pero la decisión le salió a pedir de boca. Aceleró correctamente en las rectas, se dejó ir en las curvas y confió en la capacidad de su motor para aguantar a medida que los demás competidores tenían que detenerse.
Así fue escalando posiciones, y en la última vuelta la lucha por la punta fue con Jimmie Johnson, otra leyenda del asfalto que le apostó a lo mismo, pero que falló en sus cálculos.
Con el Robot fuera de combate, Austin tomó la punta y cruzó por delante de Kyle Busch para que su motor se apagara al instante debido a que la gasolina se agotó, regalándole así la satisfacción a los fanáticos de volver a mirar el número 3 en un Victory Lane.
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Greg Biffle no sabe ni cómo lo consiguió
Mientras que el triunfo anterior fue altamente emotivo, éste más bien sería muy discutido y polémico, aunque se consiguió con el reglamento en mano.
Greg Biffle conquistó una de las victorias más absurdas que se recuerden cuando ganó sin haber cruzado la meta, a mínima velocidad y con el tanque en ceros para disgusto de la competencia.
Ocurrió en Kansas Speedway el 30 de septiembre de 2007, fecha recordada como la vez en que el colmillo y la fortuna se conjugaron para este triunfo bizarro.
Se corrían los Playoffs de la competencia, por lo que ganar era clave para levantar el campeonato, pero nadie contaba con una serie de factores climáticos que afectaron completamente la carrera.
Esa tarde se desató la confusión. Una tormenta eléctrica y la presencia de lluvia obligaron a recortar la carrera de 267 a 225 vueltas, no obstante las autoridades decidieron reducirla aún más, concretamente a 210 luego de que empezara a oscurecer.
La maniobra para proteger a los pilotos generó caos en varios equipos, que no entendían cuánto quedaba realmente, ni quien lideraba, y fue entonces que apareció Greg Bifffle para aprovechar la situación.
El piloto había realizado una buena carrera y, cuando las especulaciones fueron mayoría en el asfalto, él fue de los pocos que entendieron que todo acabaría antes de lo originalmente pactado.
A 50 vueltas del final decidió no entrar a pits a diferencia del resto, así se quedó la delantera y la conservó en el momento que el neumático de Juan Pablo Montoya se ponchó, provocando que varios competidores chocaran.
Esto provocó la aparición de una bandera amarilla, que impedía rebasar, y entonces Gregg se metió en graves problemas, pues su vehículo se quedó sin gasolina, por lo que la pérdida de potencia fue más que evidente.
Cuando todo parecía fallar, el piloto contó con mucha suerte, pues la competencia se consideró oficialmente terminada a pesar de que nadie llegó a la línea de meta.
Como Biffle lideraba al momento en que voló la bandera, fue declarado oficialmente triunfador a pesar de los enérgicos reclamos de Clint Bowyer y Jimmie Johnson, quienes claramente tenían el poder para superar un vehículo cada vez más lento y creían que todavía tenían más vueltas.
“No estoy seguro de cómo ganamos, pero aquí estamos. Fue una locura total”, dijo el ganador, quien en lugar de festejar, se bajó a empujar su auto junto a los mecánicos.
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Brad Keselowski forjó una leyenda con su hazaña
Existen triunfos que edifican dominios, y ese fue el de Brad Keselowski, quien descubrió su potencial y encaminó al Team Penske a la gloria luego de una victoria sorprendente.
El de Michigan se impuso en Kentucky Speedway 2012 con un final de película y dio muestra de su innegable calidad tras aguantar el paso a un peligroso Kasey Kahne desesperado por superarlo.
Durante esa temporada el número 2 ya había mostrado hechuras sólidas ganando en Bristol y Talladega, pero le hacía falta dar un golpe categórico sobre la mesa para reafirmarse como contendiente e imponer respeto en sus rivales.
Esto lo lograría con un cálculo preciso y nervios de acero. Desde el arranque, el conductor lideró vueltas y se enfrascó en un par de duelos con Jimmie Johnson y Denny Hamlin; se mantuvo en el Top 5 durante casi toda la noche, pero cuando su coche parecía necesitado de los pits, tomó la decisión de ir por todo o nada.
Su última visita a la gasolinería fue 56 vueltas antes del final, y así aguantó corriendo al tú por tú, gestionando con madurez el stint y haciendo caso al jefe de mecánicos Paul Wolfe, quien le pedía apegarse al plan pese al asedio.
Aunque cualquier pisada de más en el acelerador podría cambiarlo todo, Keselowski se dejó llevar por el camino, entendió a la perfección lo que requería su motor, cortó curvas de manera suave y no le importó perder ritmo con tal de ahorrar gotas para momentos clave hasta cruzar la línea.
Esto marcó un antes y un después en su trayectoria. El poderoso mensaje fue recibido alto y claro por todos los competidores, que desde entonces no tuvieron otra más que ver el dominio del equipo Penske que, de la mano de su figura, conquistó el primer campeonato al final de la temporada.
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Ryan Newman no pudo tener mejor regreso a la cima
Durante el Phoenix International Raceway de 2010, Ryan Newman volvió a la senda del triunfo luego de 2 años muy complicados que representaron una larga ausencia del lugar de honor en el podio.
Su último liderato había sido en las 500 Millas de Daytona en 2008 y, a partir de ahí, el infortunio lo estuvo persiguiendo, obligándole a idear una manera temeraria de ganar que estuviera a la altura de lo que fue su carrera.
El veterano continuaba compitiendo, pero menguaba en confianza debido a la sequía hasta que en su desesperación optó por ir con todo para llevar a la cima a Stewart-Haas Racing.
La pista fue muy complicada y,como casi siempre ocurría en esa época, estuvo dominada por Jeff Gordon y Jimmie Johnson; no obstante, el cerebro de Tony Gibson planeó una estrategia perfecta que benefició al apodado Rocket Man.
Mientras que algunos eligieron ir a repostar en la vuelta 296 de 378, Newman se arriesgó a continuar, algo de lo que seguro se arrepintió durante las últimas 20 vueltas, aunque ya no tenía marcha atrás.
“Vas bien, sigue ahorrando, frena suave y usa el embrague si puedes” fueron las instrucciones que recibió, una serie de mandatos para el éxito que eligió seguir al pie de la letra a pesar de que todos hacían apuestas sobre si lo lograría, o si su auto se frenaría antes de tiempo.
Afortunadamente, el mayor ganador en ese momio fue Ryan, quien creyó en sí mismo y volvió a probar las mieles del éxito, a diferencia de Kyle Busch, quien intentó algo similar pero se quedó muy cerca de lograrlo pese a que lideró casi todo el tiempo.
“Sabía que nos la estábamos jugando… pero tenía que confiar, no podía hacer otra cosa” dijo el ganador, cuyo jefe respaldó al asegurar que ganaron una carrera “sin tener el mejor auto, pero con estrategia, eso también cuenta”.
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Carl Edwards ganó su apuesta en Las Vegas
Carl Edwards es el penúltimo de esta lista luego de su muestra de talento en Las Vegas durante el Motor Speedway celebrado en 2011.
Luego de haber tenido un gran cierre en 2010 que lo dejó en cuarto lugar, el integrante de Roush Fenway Racing estaba determinado en pelear por el podio que se le escapó, y la lucha comenzó de buena forma con un triunfo en la tercera carrera del calendario.
Tal como sería la temporada entera, el liderato fue peleado de pe a pa con Tony Stewart, quien encabezó 163 de las 267 vueltas con un ritmo tan dominante que parecía no tener cabida para alguna sorpresa, hasta que el número 20 cometió un craso error al manejar a exceso de velocidad en pits, lo que le costó un castigo.
Edwards aprovechó este rezago obligatorio y tomó la delantera. Aprovechó el camino libre y pisó a fondo hasta conseguir una ventaja lo suficientemente grande como para cuidar su combustible y evitar detenerse.
Durante las últimas 5 vueltas su equipo le pidió constantemente realizar cambios de velocidad antes de lo normal, y mediante gritos de “short shift” el piloto obedeció las instrucciones con cautela para un triunfo que lo calificó directamente a Playoffs, donde se quedó en la orilla por el título tras caer en el desempate contra Anthony, originando una encarnizada rivalidad.
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Kevin Harvick llegó con el impulso del viento
Cerramos con el milagro de Michigan, realizado en 2008 por Kevin Harvick, quien sin gasolina cruzó la meta luego de una muy complicada carrera donde pocos apostaban por su triunfo.
Fue en un complicado óvalo de dos millas donde se necesita rapidez, técnica y una correcta planificación de recursos, que el número 29 le exigió a su auto lo imposible hasta conseguir resultados memorables.
En la contienda estaban Dale Earnhardt Jr. y también Tony Stewart, pero la brillante estrategia de Todd Berrier, el jefe de mecánicos, sería diferencial para beneficiar a un piloto cuya temporada irregular lo tenía urgido de una victoria para entrar a la Chase For The Cup.
El 15 de junio Harvick decidió parar en la vuelta 161, con miras a recorrer 39 más sin poder detenerse en absoluto.
Así dejó de atacar y optó por manejar con suavidad, levantando el pie antes de las curvas para ahorrar poder gracias al óvalo. Su equipo le pedía respirar hondo y no pelear la posición, confiados de que debía evitar el desgaste y, por ende, un consumo extra que pusiera en compromiso toda la estrategia.
La llegada al final fue épica. A pesar de que su auto poco a poco se mostraba más lento y el motor ya no sonaba como siempre, Kevin lideró con efectividad, mantuvo la compostura hasta ver la bandera a cuadros y entró arrastrándose a la meta debido a que su auto se apagó, como si hubiera esperado tanto tiempo para finalmente descansar.Ni siquiera hubo oportunidad de celebrar. No pudo dar la vuelta de celebración, ni hacer el clásico “burnout”. Pero en el seno de Richard Childress Racing jamás olvidarán su gesto de gratificación desde el volante, fruto de un trabajo impecable que se convirtió en su primer triunfo del año.
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